Muy a su pesar, el ministro de Exteriores tuvo que desechar la terna
de nombres que manejaba como jefes de gabinete. “Me ha llamado Jesús Polanco. Quiere que meta a Rafael Spottorno”, reconoció resignado Francisco Fernández Ordóñez.
La anécdota data de 1990, cuando ser presidente de Prisa equivalía a
serlo también de España. Tres años más tarde, Polanco volvió a levantar
el teléfono y repetir operación. Apuntaba alto. En este caso, para que
su valido ocupara el cargo de secretario general de S.M. el Rey. En
2011, ya sin la intermediación del desaparecido magnate de la prensa,
fue nombrado jefe de la Casa. Ostenta rango de ministro.
Rafael Spottorno
(Madrid, 67 años) exhibe esa pátina intelectual que aparentemente sólo
pueden lucir aquellos que frecuentan el Círculo de Bellas Artes. Sobrino
de José Ortega y Gasset y con carrera de diplomático, fue
destinado a los consulados de La Habana y Río de Janeiro, así como a la
Embajada de Bruselas. A pesar de sus escarceos con los Gobiernos de
Felipe González, recaló pronto en el Palacio de la Zarzuela, donde ha
transcurrido el grueso de su trayectoria. Allí, lejos de oropeles
pasados, se ha topado con una de las etapas más convulsas para la Corona
por motivos de sobra conocidos.
Este sábado por la tarde, Spottorno asistió al estreno en el Real de Così fan tutte, de Haneke (escena) y Cambreling (orquesta). Para llegar al teatro tuvo que atravesar las riadas ciudadanas
que en esos momentos colapsaban Madrid en protesta por los recortes
sociales y los casos de corrupción. De aguzar el oído, habría podido
escuchar las proclamas lanzadas contra Iñaki Urdangarín, yerno del Rey.
El ambiente en la Casa anda enrarecido. Es un “sálvese quien pueda” donde la descoordinación campa a sus anchas,
e igual se publicitan intencionadamente unos mensajes que a las pocas
horas se comunica lo contrario con voz ceremoniosa. Nadie sabe nada y
todos, demasiado.
Hace ya un año, con fecha 28 de marzo de 2012, El Confidencial
recibió una carta presuntamente rubricada por Spottorno –el tono
cáustico nos hizo dudar de su procedencia- en la que se nos criticaba
por una información publicada en el diario.
“Desconozco a qué
fuente cercana se refieren, si a la de Neptuno, la de Cibeles o la del
Berro, pero puedo asegurarle que la mejor fuente para saber lo que hace o
dice Rafael Spottorno es Rafael Spottorno y éste puede afirmarle a
usted categóricamente que la gestión que se le atribuye es radicalmente
falsa”, decía la misiva. Al poco, se pudo constatar que la noticia
bebía de fuentes fiables. El titular de la información cuestionada
desde Zarzuela rezaba lo siguiente: "La Casa del Rey da luz verde a
Alierta para despedir a Urdangarín de Telefónica".
Como no
podía ser de otra forma, la carta del Sr. Rafael Spottorno tuvo su
consiguiente réplica: “No sé si hago bien en ufanarme de ser un medio
libre, independiente e irreverente, pero lo cierto es que lo somos.
Conectamos con la realidad y empatizamos con la calle, con los lectores
que transitan por los rededores de Neptuno o Cibeles, pero también por
el Dos de Mayo, plaza más modesta pero igual de populosa”, replicamos en
un breve intercambio epistolar.
El viernes pasado, este diario volvió a publicar una información (El Rey baraja ya la abdicación) que generó un desmentido por la Casa, lo cual no sólo provocó sorpresa en la redacción de El Confidencial, sino también cierto estupor, en tanto en cuanto Spottorno y su jefe de prensa, Javier Ayuso,
sabían de su existencia y consentían. “El Rey no se ha planteado en
ningún momento la posibilidad de abdicar ni tiene previsto hacerlo”,
aseveraban tajantes.
La redacción de este comunicado, que entraba abiertamente en
contradicción con lo expresado horas antes, probablemente estuviera
relacionada con los gritos que se pudieron escuchar aquel viernes en
Somontes. “El enfado del Rey era indescriptible”, dicen quienes
trataron con él. Ni sus problemas de hernia discal pudieron acallar las
iras del Monarca, que protestaba por la información –que hilvana una
sucesión de ítems irrefutables-, pero sobre todo por el hecho de que
ésta le hubiera pillado por sorpresa. Nuevamente, la descoordinación.
La Casa de S.M. el Rey ha contado con cinco jefaturas desde el fallecimiento de Francisco Franco: Nicolás Cotoner y Cotoner (1975-1990), Sabino Fernández Campo (1990-1993), José Fernando Almansa (1993-2002), Alberto Aza (2002-2011) y Rafael Spottorno
(2011), de los que Fernández Campo (por su inquebrantable fielato) y
Aza (por su profesionalidad) son los que más huella han dejado. Junto a
estos nombres, y en torno también a la figura del Monarca, emerge una
camarilla de personajes (los Prado y Colón de Carvajal, Albertos,
Condes…) cuyas recomendaciones no se han guiado tanto por los intereses
de la institución como por su propia megalomanía.
En este mismo sentido, hay fotografías que no se entienden. Basta recordar la del Monarca con el Consejo de la Competitividad
(Alierta, Botín, Francisco González y resto de grandes empresarios
españoles) de marzo de 2012, que más que para ensalzar la figura del Rey
parecía hecha para mayor gloria de El País. Otra es la de ayer, en El Mundo, de “Su Alteza Serenísima la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein”,
la amiga del Rey, con su camisa blanca con iniciales bordadas y su
traje de ejecutiva. Al tiempo que declara Urdangarín, justo cuando desde
la Casa se pide discreción con los asuntos privados del Rey, Corinna
irrumpía en las portadas de la prensa como si tratara de emular a una
modelo de Mango.
Los entornos no le han hecho bien al Monarca.
Esos entornos maquiavélicos y un tanto “agresivos” de los que hablaba la
semana pasada el New York Times y que orquestan sus estrategias
de comunicación al margen de don Juan Carlos, apenas han servido para
manchar la trayectoria de una Monarquía que no merece tales máculas. Su
Majestad necesita de mejores asesores en estos tiempos convulsos. No
sólo está en juego la salud de la Corona, sino la supervivencia de la
misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario