martes, 26 de febrero de 2013

¿Monarquía o República?¿Repitiendo la historia? / Florentino Rogero

"Saben muy bien que para adquirir riquezas hay varios caminos. Uno, el más largo y penoso, es el del trabajo. Por ese camino la mayor parte de las veces le sorprende a uno la muerte antes de llegar al fin. Otro camino, más breve, pero lleno de peligros, es el del manejo de la ganzúa y la palanqueta.
 Pero hay, sobre todo, un camino brillante y seguro: en él la ganzúa se sustituye con ventaja por una ley, y la palanqueta por un reglamento. Hechos la ley y el reglamento en provecho propio, ya se puede entrar con entera confianza en la morada del vecino trabajador y arrebatarle cuanto haya producido con su trabajo. Julian Besteiro.

Durante muchos años la monarquía ha sido una de las tres instituciones mejor valoradas por los españoles en los sucesivos barómetros del CIS, sin embargo esta buena opinión de la ciudadanía sobre la corona se ha visto truncada a partir del barómetro de octubre de 2011. En este escenario, una parte de la derecha, que se define a si misma como liberal, parece dispuesta a sacrificar la monarquía como uno de sus referentes ideológicos caso de considerarlo necesario para controlar el poder político.

 Asistimos así nuevamente a las maniobras de destacados representantes de la derecha más populista, a los que con el fin de mantenerse en la mamandurria lo mismo les da practicar la deslealtad interesada a su propio partido, que exacerbar desde el nacionalismo más castizo, el más rancio anticatalanismo, o jalear desde la provocación y la manipulación de la historia, el debate república-monarquía, con la clara pretensión de dividir a la izquierda social en su propio beneficio, conocedores del vértigo histórico que la dictadura grabó a sangre y fuego en el subconsciente colectivo del pueblo español.

 En cualquier caso nada nuevo, son los que Josep Pla denominó acertadamente monárquicos sin rey “tuvo lugar entonces un hecho singular en este país; a saber la formación de un movimiento integrado por ex-ministros de la monarquía, a los que llamaron monárquicos sin rey. Sus nombres todo el mundo los recuerda: en todo caso, resultan indiferentes. El obstáculo –dijeron los conservadores republicanos- es la monarquía. En el preciso instante en que la parte más difícil de la opinión digirió este pronóstico, la monarquía estuvo herida de muerte.

 ¿Y la izquierda?, ¿qué hace la izquierda?. La izquierda asiste atónita ante la virulencia del ataque desencadenado por la derecha contra nuestro insuficiente Estado de Bienestar. Mientras la política española transita por un lodazal de corrupción, la izquierda social se manifiesta más preocupada por la defensa de los derechos constitucionales que por la forma de estado. Y así los estudiantes, los trabajadores, los asalariados, los médicos, los maestros, los funcionarios, los jubilados, los ciudadanos, clamamos indignados en las calles en defensa de la sanidad pública, universal, gratuita, una sanidad que fue realidad tras la Ley General de Sanidad de 1986, contra la que ya votó la derecha bajo las siglas de Alianza Popular, por la defensa de una educación pública de calidad, por nuestros derechos laborales, a favor del derecho a la vivienda y la dación en pago, en defensa del derecho a la tutela judicial efectiva dinamitado por la ley de tasas, contra la amnistía fiscal y la corrupción, por un sistema fiscal justo, progresivo, suficiente y en favor de las libertades civiles conquistadas a duras penas por nuestros padres y abuelos.

 A pesar de los intentos de este gobierno por criminalizar la protesta pacífica y legítima de los ciudadanos, estos continúan reclamando en las calles una verdadera democracia que haga de sus derechos algo más que papel mojado en manos de unos mercados financieros y unas élites codiciosas y corruptas. Sólo el tiempo dirá si a pesar de la tradicional resistencia de la derecha española al progreso democrático, es posible profundizar nuestra insuficiente democracia en el actual marco constitucional o si por el contrario continúan vigentes las razones que llevaron a Manuel Azaña a la ruptura con el Partido Reformista de Melquiades Álvarez en septiembre de 1923 "dando por liquidada la posibilidad de avanzar hacia la democracia dentro de la monarquía".

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